El Triunfo contiene una demostración real y no ficticia de la libertad, del Estado de derecho y del capitalismo, que al final del libro se formulará como «la verdad práctica». La forma de la exposición es literaria, con un contenido filosófico, que deja al lector en una permanente expectación, porque desde el inicio hasta el final el triunfo se completa constantemente.
Los dos protagonistas son Edwin Rilski y Boris Romanov, quienes huyen del régimen comunista de la República Popular de Bulgaria y llegan a los Estados Unidos de América con una escasa, e incluso ninguna, comprensión del capitalismo. Con el tiempo comprenden, o mejor dicho, ya son conscientes de la grandeza del capitalismo, bajo cuyas reglas empiezan a actuar desde la posición de trabajadores, posteriormente siendo emprendedores, y al final empresarios llegando hasta la presidencia al grupo petrolífero más emergente en el mundo, Universal Petroleum.
Justamente su posición profesional les permite estar en la inauguración del edificio más alto del mundo, en la cumbre, y es entonces cuando se preguntan: «¿Cómo lo hemos conseguido?» o «¿cómo hemos llegado hasta aquí?». Una vez determinando que su presencia es la expresión del triunfo de las posibilidades humanas en el capitalismo, igual que la cumbre del edificio más alto del mundo para la arquitectura, empiezan a recordar todos los momentos y personas importantes en su vida para dar contenido al triunfo. El tiempo en el que transcurre la historia es veinticinco años, desde el año 1985 hasta el 2010.
En cada uno de los capítulos se percibirá algo nuevo, un valor nuevo, y no podría ser de otra manera, porque el triunfo también transcurre en el tiempo que marca la vida humana. Es decir, el triunfo como un valor, como una categoría de la realidad, se relaciona con otros valores, que finalmente se superan, pero son esenciales para entender en qué consiste el modo de ser triunfalista para las personas. ¡Personas como ustedes!
Y finalmente, a lo largo del libro percibirán y sentirán el modo de ser triunfalista, y verán que la expresión del triunfo, es la propia expresión de la vida. ¡La vida!
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