«Hoy todos saben que el positivismo lógico ha muerto. Pero, a lo que parece, nadie sospecha que aquí puede formularse una pregunta, y la pregunta es ésta: ¿Quién es el responsable? O mejor: ¿Quién lo ha matado?… Creo que debo admitir mi responsabilidad.» Son palabras de Karl R. Popper en su autobiografía intelectual La búsqueda sin término. Popper, pues, admite ser el asesino del neopositivismo. Pero esta confesión suya plantea una ulterior e imprescindible pregunta: ¿Con qué armas ha agredido y matado al neopositivismo? Pues bien, la tesis de este libro es que, para la agresión que él desencadenó contra el neopositivismo (y para el desarrollo de otras propuestas suyas), Popper manejó armas ya existentes en el arsenal de la «gran Viena» —de aquella Viena «preneopositivista» que va, poco más o menos, de 1870 a 1930.
«Las teorías son redes; sólo quien las echa pesca» —es un pensamiento de Novalis; un pensamiento muy querido de Popper, cuyas teorías emplea el Autor —como «red hermenéutica»— para pescar en un mundo, en más de un aspecto, descuidado, inexplorado, e inmensamente rico.
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