La crisis bancaria y financiera producida en los países industriales más avanzados a comienzos del nuevo siglo plantea nuevos retos a la investigación. El editor de esta publicación ha querido poner a disposición de los lectores en lengua española una muestra de lo que habían venido escribiendo a lo largo del siglo pasado algunos de los economistas más destacados que ayudaron a configurar la ortodoxia sobre la nueva moneda fiduciaria y estrictamente nacional que, por primera vez en la historia, sirve de intermediaria en los intercambios que llevan a cabo los humanos. Todos ellos esperaban poder controlar la enorme elasticidad de esta clase de moneda y ninguno pudo imaginar que con ella el sistema llegara a colapsar, cuando los precios de los bienes de consumo no registraban aumentos alarmantes. Pero el sistema colapsó, destruyó gran cantidad de puestos de trabajo y nuestros bancos centrales tuvieron que improvisar.
Las medidas no convencionales adoptadas no podrán continuar vigentes durante mucho más tiempo porque ni nuestros bancos, ni las compañías de seguros de vida, ni los planes de pensiones, pueden desarrollarse con los tipos de interés situados a nivel nulo o negativo y sin la garantía de que nada parecido pueda volver a producirse. Se han ideado multitud de regulaciones que mantienen encorsetadas a las instituciones financieras que han sobrevivido y cabe idear muchas más, ya lo están haciendo. Pero para el editor de esta publicación se hace necesario explorar, con mente abierta, las posibilidades de un sistema que eluda el riesgo para el conjunto del mismo que plantean las instituciones financieras actuales, cuyos consecuencias «no intencionadas» nadie pudo anticipar. Un sistema que en lugar de esperarlo todo de la planificación monetaria permita adaptar la oferta de dinero a su demanda en lugar de al revés, como hemos venido haciendo, permitiendo así a la política económica actuar sobre los factores reales que impulsan el crecimiento económico.
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