«La lucha profunda, en la que desde la antigüedad se halla implicado el hombre, es la lucha entre quienes, considerándose ignorantes y falibles, creen en la necesidad de la libre cooperación social y quienes, por el contrario, temen la libertad y la combaten en nombre de un conocimiento superior, del que ellos mismos se declaran portadores. El reconocimiento de nuestra ignorancia y de nuestra falibilidad nos ha llevado a vivir en la tolerancia, a hacer posible la convivencia entre sujetos partidarios de diferentes concepciones filosóficas y religiosas del mundo. Nos ha llevado a la teoría igualitaria de la razón, a la igualdad jurídico-formal, en la que unas normas generales abstractas definen los límites de nuestras acciones, pero dejan que cada uno de nosotros elija el contenido de nuestro obrar. Es un hábitat falibilista que permite la exploración de lo desconocido y la corrección de nuestros errores. Lo cual, a través de la propiedad privada y el mercado, genera desarrollo económico; mediante la democracia, produce desarrollo político; a través de la discusión crítica, conduce a un desarrollo de nuestra racionalidad… Tal es el habitat que nos permite al mismo tiempo evitar la hybris intelectualista y encontrar, por medio de la movilización de los conocimientos, soluciones nuevas.»
Partiendo de la confrontación entre Esparta y Atenas, el autor hace un brillante recorrido por la historia del pensamiento occidental poniendo de relieve el pernlanente contraste entre la actitud de quienes se consideran en posesión de la verdad absoluta, con derecho a imponerla a los demás y construir la sociedad a su imagen y semejanza, y la de quienes, reconociendo su radical falibilidad e ignorancia, rechazan toda posibilidad de un «punto de vista privilegiado sobre el mundo».
Se analizan en particular la contribución teórica de Mandeville y de los moralistas escoceses, así como las importantes aportaciones en este sentido de la Escuela austriaca de economía. Se destacan sobre todo las raíces gnoseológicas de la libertad y del tribalismo. Esto significa que el contraste entre la sociedad abierta y la sociedad cerrada es en primer lugar el contraste entre falibilismo y absolutismo gnoseológico. La libertad se afirma y produce desarrollo allí donde los hombres renuncian a este absolutismo del conoci- miento. Esta renuncia es el primer elemento del habitat de la libertad, del que se siguen la teoría igualitaria de la racionalidad y la igualdad ante la ley: condiciones todas ellas que hacen posible la institucionalización de la confrontación entre ideas, proyectos políticos y paradigmas productivos. De este modo se fomentan la creación y los flujos de nuevos conocimientos y nuevas informaciones, que materializan un proceso de exploración de lo desconocido y de corrección de los errores.
La sociedad abierta prevalece sobre la sociedad cerrada, porque moviliza la ingente masa de conocimientos e informaciones dispersos entre multitud de individuos.
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