No es este un libro que pretenda gustar a quienes la realidad asusta. Persigue esclarecer a quien se acerque, situarle en un plano en el que probablemente no se haya ubicado antes y predisponerle para acometer una profunda reforma política, basada en la libertad.
A través del análisis de conceptos políticos sobre los que existe una gran confusión (la Constitución, el Estado, la nación, la soberanía, el poder constituyente, el derecho de autodeterminación, etc.) el autor aporta las armas intelectuales con las que luchar contra los dos grandes peligros que amenazan a España: la partidocracia y los nacionalismos. Pero lo hace desde un prisma distinto al habitual: penetra en la naturaleza íntima del poder partiendo de la condición humana. Porque ¿qué es la política sino la lucha del hombre por el poder?
Tomando el realismo como punto de partida, la desconfianza respecto al poder como procedimiento y la libertad como meta, el autor presenta un ensayo sin prejuicios, que, a título de ejemplo, reconoce las aportaciones de autores considerados proscritos –como Maquiavelo o Schmitt–, afirma que una nación y la unidad política que conforma son hechos incuestionables incluso para la propia nación, mantiene que la cuestión social no debe ser materia constituyente, asegura que el sistema proporcional de listas de partido y el eslogan «un hombre un voto» del que se sirve es una farsa oligárquica a la que considera el mayor enemigo de la democracia, o que ve tan viable establecer una vía reformista como abrir un proceso constituyente, siempre que el objetivo sea la libertad política.
Concluyendo que no hay otra manera de ligar los intereses del poder con los del ciudadano que haciendo depender al primero del segundo, que el poder debe encontrar siempre límites infranqueables y que se hace necesaria una figura elegida que represente a toda la nación, Abadía también aporta soluciones, como la figura del diputado de distrito para destruir la partidocracia y el presidencialismo para neutralizar al independentismo.
Consciente de que la lucha por la democracia y la conservación de la nación constituyen arduas tareas en España, apela a la inteligencia y a la voluntad para conseguirlo. Porque «no hay mayor trofeo que un pueblo pueda exhibir que el de la conquista de sus libertades. Ya que no hay nada más digno para una colectividad que su libertad».
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